Manifiesto de la UNIA del 6º Foro Internacional ‘Saberes para el Cambio’
La Sede Iberoamericana de Santa María La Rábida de la UNIA celebró el 6º Foro Internacional ‘Saberes para el cambio’, que en esta edición tuvo el sobrenombre de ‘Me valgo de mi saber. Conocimientos locales para afrontar el cambio global’.
Además de rendirle un cariñoso y emotivo homenaje a uno de las personas que mejor conocen el entorno de Doñana: José Boixo Sánchez, quien durante años ha sido guarda mayor de la Estación Biológica de Doñana (Almonte-Huelva), también se pretendió en estos días conseguir el objetivo propuesto por el Foro: aportar ideas y propuestas que provoquen la discusión entre académicos, gestores y actores locales con el afán de ayudar a la implementación de estrategias que desde la consideración de los saberes locales afronten la nueva situación de cambio que vive el Planeta.
Debido a lo cuál, durante tres días, un grupo de expertos, coordinados por Carlos Montes, director del Aula de Sostenibilidad de la UNIA, debatieron sobre la sostenibilidad y han presentado un manifiesto suscrito por todos los participantes en el mismo; donde aportan nuevas ideas y propuestas, con la intención de provocar la polémica entre los académicos y los gestores, con el afán de impulsar el cambio global del Planeta.
El manifiesto de la UNIA, parte de las dificultades con las que se tendrán que afrontar los comienzos del Milenio. Los conocimientos locales que han desarrollado los distintos grupos sociales y culturas del Planeta cobran gran importancia como instrumentos para afrontar los problemas socioecológicos asociados al proceso emergente y complejo del Cambio Global. La urgencia de conformar mecanismos globales y complejos de respuesta a la presente crisis civilizatoria hace necesario unir los esfuerzos de todos los pueblos y actores sociales con las mejores herramientas de las que disponen. En este sentido, la diversidad de los saberes y las prácticas locales, tanto en tiempos pasados como actuales, aportan pruebas evidentes de la aceptación de los vínculos entre los sistemas sociales y ecológicos como base del bienestar humano. Estos saberes y prácticas locales perviven tanto en el Norte como en el Sur, son utilizados en entornos rurales y urbanos, y en ámbitos productivos y reproductivos, en los que la mujer todavía soporta las mayores responsabilidades.
Igualmente, son en la gran mayoría de casos fruto del mestizaje y abarcan todos los aspectos materiales e inmateriales relacionados con la vida y la convivencia en sociedad.
Por otra parte, el manifiesto asegura que “la ciencia como sistema experto y sus desarrollos tecnológicos se nos presentan como la única manera válida de conocer y gestionar el mundo actual”.
Así mismo, los saberes experimentales de los expertos se erigen como los principales responsables de la solución de los innumerables problemas socioecológicos contemporáneos.
También es innegable la gran aportación que el conocimiento científico y su aplicación tecnológica ha realizado en múltiples campos de la vida a lo largo de la historia de la humanidad. Es preciso valorar su importancia actual y, sobre todo, el potencial que supone para la consecución de fines consensuados en la sociedad. Aun así, asegura el manifiesto, no podemos dejar de señalar que la confianza acrítica en la ciencia y el desarrollo tecnológico actual margina e invisibiliza a los saberes experienciales y prácticas locales, así como a las formas de vinculación entre el territorio y la sociedad, sustentadas ambas en valores comunitarios.
El manifiesto llega a la conclusión de que “es el actual modelo civilizatorio, basado en valores individuales y que promueve la mercantilización y la no aceptación de los límites biofísicos del Planeta, el que constituye el mayor peligro para la supervivencia y la reactualización de los saberes locales. Así contribuye aún más al proceso de homogeneización y de pérdida de diversidad ecocultural, amenazando a la identidad y al sentido de pertenencia a la comunidad y al lugar”.
Deja por sentado los firmantes del manifiesto del 6º Foro de Sostenibilidad que “se están rompiendo los vínculos societarios y reduciéndose la capacidad de respuesta a las perturbaciones ecológicas y socioeconómicas, actuales y venideras”.
A esto se une el creciente control de la gestión de los territorios y sus ecosistemas por parte de las administraciones y poderes corporativos, apoyados en los sistemas expertos, que desvincula a los ciudadanos de su entorno vital.
Todo ello conlleva la desconsideración de su conocimiento endógeno y de sus proyectos de futuro, personales y comunitarios, para el mantenimiento de las tramas socioecológicas del territorio que condicionan el bienestar humano.
Además, la aceleración e intensidad de los ritmos de cambio de la sociedad global, inducidos por el desarrollo tecnológico, suponen una amenaza de destrucción en breve tiempo de unos sistemas de saberes que, por su propia condición de resultado de la coevolución de la naturaleza y la sociedad, han sido generados y consolidados a lo largo de siglos.
Partiendo de todos estos principios, el manifiesto asegura que se hace indispensable reconocer como válido el conocimiento local y atribuir a sus portadores la capacidad de interlocución en un diálogo necesario con los expertos a la hora del diseño y la gestión de los sistemas ecológicos y de la vida en comunidad. Habría que repensar el papel que nuestros mayores y sus saberes y experiencias desempeñan en una sociedad preferentemente urbana que continúa relegándolos.
No hay que olvidar que los saberes locales están constituidos por esquemas y modelos complejos de información que aportan soluciones prácticas, nacidas de las condiciones locales como respuestas adaptativas acompasadas con los tiempos de los procesos biofísicos esenciales.
No hay que dejar de reconocer, no obstante, que los grandes cambios producidos en las últimas décadas, las nuevas dinámicas económicas y productivas contemporáneas, conforman un contexto en el que resulta muy difícil mantener o recuperar saberes y prácticas vernáculas. Esto resulta evidente incluso cuando hay voluntad de ello por parte de las administraciones, como es el caso de algunos espacios protegidos en que se tiene sensibilidad a un nuevo modelo de conservación de los ecosistemas con participación de la población local. Los conocimientos locales deberían ser considerados patrimonio cultural inmaterial, ser incorporados al diseño de los modelos de gestión e introducidos como contenido dentro del proceso educativo y formativo de las personas, así como en la gestión de los territorios en todas sus escalas.
Para todo ello es necesario previamente el fomento de estrategias de visibilización y fortalecimiento encaminadas a su mantenimiento en tanto que saberes vivos y al empoderamiento de sus portadores más allá del folklore, el mero inventario y la reducción a objeto de museo.
Igualmente, las áreas protegidas pueden servir a este respecto como un modelo de buenas prácticas respecto al papel del conocimiento local en el manejo de los ecosistemas.
También, las actuaciones para avanzar en el diálogo de saberes deben promover la idea de hibridación y mestizaje como la manera más robusta de enfrentarse a los desafíos que plantea el Cambio Global, modificando en lo necesario las estructuras institucionales formales muy cerradas y poco adaptativas en un mundo cambiante.
En este contexto, los valores, creencias y cosmovisiones que sustentan los saberes locales deben formar parte de un nuevo modelo de arquitectura institucional no formal construida a escala humana y que facilite una transición real a la sostenibilidad.
Atendiendo a su propia naturaleza y condiciones de desarrollo, los contenidos de estos saberes deben ser libres, accesibles y estar a disposición de todos los ciudadanos del Planeta y debieran tomarse las medidas adecuadas para impedir apropiaciones indebidas.
En conclusión, a través de los actuales movimientos sociales, tenemos que convertir la crisis en una oportunidad para la reactivación y la readecuación de saberes y prácticas locales para gestionar los desafíos asociados al Cambio Global.