¿Estamos preparados para un mundo en el que los antibióticos dejen de funcionar? La resistencia antimicrobiana (AMR) avanza a un ritmo alarmante y ya se considera una de las principales amenazas para la salud pública global. Según la Organización Mundial de la Salud, más de 1,2 millones de muertes anuales están directamente relacionadas con infecciones resistentes, una cifra que podría superar a la del cáncer en las próximas décadas si no se toman medidas urgentes.
El problema se agrava con la aparición de nuevas enfermedades infecciosas. Virus emergentes como el SARS-CoV-2 han demostrado cómo una crisis sanitaria puede colapsar los sistemas de salud, pero cuando estas infecciones se combinan con bacterias multirresistentes, el escenario se vuelve aún más crítico. Durante la pandemia de COVID-19, miles de pacientes desarrollaron infecciones secundarias resistentes a los antibióticos, complicando su recuperación y elevando la mortalidad en hospitales. Este fenómeno no es aislado: la propagación de patógenos resistentes en el medio ambiente, el uso indiscriminado de antibióticos en la ganadería y la falta de innovación en nuevos tratamientos están acelerando la crisis.
La resistencia antimicrobiana y las enfermedades emergentes están estrechamente relacionadas y requieren un enfoque global y multidisciplinar para su contención. La vigilancia epidemiológica, el desarrollo de nuevas estrategias terapéuticas y la regulación del uso de antibióticos son clave para evitar que el mundo entre en una era post-antibiótica, donde infecciones hoy controlables vuelvan a ser una sentencia de muerte.