Salvador Távora participó en las Artes y las Letras y relató su relación con “Las Américas”
El acto fue presentado y moderado por Francisco Ortuño Millán, Director del Centro Andaluz de Teatro que a lo largo de su intervención destacó la esencia del teatro de Távora. “Un teatro lleno de materia, hecho desde el corazón y desde la experiencia vivencial más directa, un teatro que no reconforta sino que consigue recomponer nuestras emociones cuando nos reflejamos en él como en un espejo”. ‘Yo no quiero actores, sino hombres de carne y mujeres de carne’, que diría Lorca, manifestó.
Subrayó Ortuño el compromiso político, ético y estético de las obras de Távora: ‘un placer inteligente que nos trae, no distrae; que es radical porque tiene raíces y es original porque tiene origen’. Y comentó algunos ingredientes que han hecho del lenguaje de Távora una manera singular y universal de mirar a la vida desde el escenario: el sentir colectivo de sus creaciones, la influencia de manifestaciones populares andaluzas como la Semana Santa y el flamenco, el papel artístico y social que en sus obras adquieren los oficios más artesanos, etc. Finalmente, Ortuño Millán presentó a Salvador Távora como uno de los creadores más contemporáneos de la escena europea de los últimos 50 años y como transmisor, en todo el mundo y en concreto en las Américas, de una identidad andaluza que se aleja del estereotipo del folclore más facilón y recurrente.
Salvador Távora comenzó su intervención expresando la enorme satisfacción que le producía ser invitado a Huelva y recordó con afecto la reciente inauguración de un teatro en Almonte que lleva su nombre. Su intervención consistió en un recorrido por los recuerdos más emotivos y las anécdotas que más se le han quedado pegadas al alma en su encuentro con los teatros y los públicos americanos durante su larga carrera como creador escénico.
La primera parada fue en Manizales (Colombia) en el primer Festival Internacional de Teatro que tenía lugar en Latinoamérica en los 70, fue encontrar una sociedad gemela con la España de la posguerra, comida por la miseria y la desesperación, y con el afán de lucha por un cambio social inminente. En este viaje, de la mano del IITM y José Monleón y llevando en gira ‘Quejío’ su primer espectáculo con La Cuadra de Sevilla, Salvador conoció otras realidades escénicas y otros grupos y hombres de teatro comprometidos socialmente como La Candelaria, Enrique Buenaventura, Augusto Boal, Rajatabla, que respiraban al margen de un teatro burgués consumido por las élites. Távora se presentaba como adalid del medio popular andaluz, con un teatro que proporcionaba una ventana por la que contemplar una nueva Andalucía, una nueva España y una nueva forma de vida.
A partir de este primer encuentro, se amplió la relación de Salvador y La Cuadra con el continente americano. Con Luis Molina y el CELCIT, la compañía sevillana pudo viajar a Brasil, Uruguay, Argentina, Cuba, Chile, Colombia, México, etc. Salvador narró como los elementos, a priori, más insignificantes de estos viajes fueron intoxicando y nutriendo su manera de entender y hacer teatro: el silencio, los ritmos, el gesto cotidiano de las gentes cobraban dimensión en sus creaciones. Aquí también aprendió el valor social de algunas palabras como ‘compromiso’, ‘colectivo’, ‘fidelidad’, ‘origen’, siempre en el contexto de un teatro por venir, como un arma cargada de futuro que se separa de la historia de un teatro literario y burgués.
Tras la semblanza de La Cuadra por los países y comunidades latinoamericanas, Salvador recordó sus primeras experiencias en América del Norte ya en la década de los 80, con espectáculos como ‘Nanas de Espina’, ‘Piel de Toro’ o ‘Las Bacantes’: Québec, San Francisco, Nueva York. Encontró, a primera vista, un discurso más intelectualizado entre las gentes de teatro y un panorama menos asambleístico que aquél que compartió en Latinoamérica, así como una tendencia más comercial en las artes escénicas. Távora relató cómo fue la acogida de estos montajes salpicados de Andalucía por los cuatro costados y se detuvo particularmente en recordar su estrecha relación con el escritor Gabriel García Márquez tras la presentación de ‘Crónica de una muerte anunciada’. García Márquez, nos contaba Salvador, opinaba al final de la obra que ‘en esta crónica escénica no sobra ni falta nada. Además, el drama de sus personajes es más real y creíble cuando las letras se han levantado de mi novela y tú les has puesto carne en el escenario’.
Salvador Távora concluyó su intervención con el recuerdo de la última vez que La Cuadra se presentó en Nueva York, con‘Carmen’, estrenada en el City Center el 12 de septiembre de 2011, justo un día después de la caída de las Torres Gemelas. El teatro abrió sus puertas de par en par, sin cobrar entrada, y según apuntaron las críticas, nunca habían sonado tan a muerte las campanas del espectáculo. Salvador se emocionaba al evocar la profundidad y el dolor de los tambores y las cornetas aquel fatídico día.
La conferencia, con un público atento y respetuoso a las vivencias y las palabras del creador andaluz, terminó con un turno de opiniones, preguntas y respuestas, en el que, una vez más, se puso sobre la mesa el compromiso político y el rigor artístico de La Cuadra de Sevilla. En palabras del propio Salvador: ‘el teatro no debe despegarse de la realidad, y sí alimentarse de la imaginación que el arte necesita’.